por Rain Cross » Mié, 25 Mar 2015, 19:34
Capítulo 14
—¿Te encuentras bien? —La voz de Sophia le sobresaltó. Estaba apoyada en el marco de la puerta con los brazos sobre el pecho.
—Sí, no te preocupes —dijo Claire limpiándose las lágrimas del rostro.
—Pues no lo parece —Sophia se acercó a ella y miró a Ted—. ¿Cómo está?
—Peor, tendré que salir —Sacudió la cabeza—. Le ha subido la fiebre, necesita medicación.
—¿Pero qué le pasa? —preguntó Sophia—. No puede ser que en cuestión de horas esté así sin razón.
Claire se levantó y se inclinó sobre Ted, que seguía durmiendo. Le subió la camiseta y le examinó. En el brazo izquierdo tenía una venda manchada de sangre seca.
—Premio —dijo Claire mientras le apartaba la venda para poder ver lo que ocultaba.
—¿Qué es? —Sophia se aproximó a ella para poder ver mejor.
Claire quitó el apósito y dejó a la vista una extraña herida que parecía infectada.
—¿Cómo se ha hecho eso? ¿No le habrán mor… ? —Sophia puso una mano sobre la boca, «Mordido, querías decir mordido — pensó Claire y suspiró—. Dios, por favor, que no lo hayan mordido.»
Analizó la herida con cautela, no quería equivocarse en el diagnostico. Tenía una forma alargada, profunda y sucia. Claire la olió, no había duda de que se estaba infectando. Como llevada por una corazonada, se apartó de sus hermanos y se dirigió hacia el baño de la habitación de Ted.
—¿Qué ocurre, Claire? —preguntó su hermana extrañada.
Claire le hizo un gesto con la mano de que esperara y entró en el baño. Vio en la papelera los envoltorios de la venda y el apósito, y algo manchado de sangre. Claire lo sacó con mucho cuidado y lo miró con atención. Parecía un clavo manchado de sangre. Lo lavó con agua del grifo y comprobó que estaba oxidado. Claire suspiró y contuvo las lágrimas al descubrir que su hermano no iba a convertirse en uno de esos zombis que les acechan. Pero debía darse prisa, si la infección iba a más, moriría, y el que no le hayan mordido no importaba; se transformaría en uno de ellos.
—¿Claire? —gritó Sophia.
Claire salió con el clavo oxidado en la mano.
—Se lo ha clavado en el brazo. No le han mordido, Soph —Vio como su hermana sonreía—. Sé que son buenas noticias, pero no del todo, si no le tratamos con penicilina, empezará a convulsionar y será incapaz de respirar. Morirá de todas formas. Puede que no hoy, ni mañana, pero tarde o temprano, lo perderemos.
—Pero no sabemos dónde hay una farmacia. ¡Salir allá afuera es un suicidio! —dijo Sophia con nerviosismo.
—Shhh lo vas a despertar —Claire suspiró, la cogió del brazo y la llevó al baño—. Es nuestra única opción, no podemos dejar que muera así.
—¿Cómo se habrá clavado eso? —dijo Sophia con voz queda.
—Creo que cuando fuimos a acabar con el zombi —Claire pensó en aquél momento. De eso sólo hacía unos días, pero era algo que nunca olvidaría—. En el forcejeo, ¿recuerdas que Ted quería construir un cobertizo? Por eso tenía las maderas en el sótano, y algunas tiradas en el jardín, ya sabes lo desastre que es. Seguro que se olvidó de guardar esos clavos, y con la lluvia y la humedad de Maine se han oxidado.
Sophia asintió en silencio.
—Nuestro Ted, siempre igual —dijo dibujando una leve sonrisa en sus labios.
—Sí —Claire le devolvió la sonrisa—, voy a dormir un rato, ¿le vigilas por mí? En cuanto amanezca, iré a la cuidad a buscar las medicinas.
Sophia hizo un gesto de añadir algo más, pero miró al suelo con tristeza.
—Está bien, Claire, descansa —dijo y se sentó en la silla que minutos antes había ocupado ella.
Claire fue a su habitación y se tendió en la cama sin cambiarse, «Tengo que dormir un rato y recargar fuerzas. Va a ser un día muy duro. Sólo espero seguir con vida.»
Se durmió, envuelta en un sueño de sangre y muerte.
Un rayó de sol le acarició el rostro y Claire abrió los ojos. La noche se le hizo corta, y aún se sentía cansada. Se levantó, fue al baño y volvió a la habitación de Ted para ver como estaba. Sophia seguía sentada, mirándole. Habían varios pañuelos sobre la mesilla de noche, prueba de que había estado llorando durante toda la noche.
—Buenos días, Soph, ¿cómo está Teddy? —preguntó Claire.
—Igual, con fiebre y ha tenido algunos temblores —Sophia se estiró— ¿Me haces un café, por favor?
—Vamos a desayunar juntas —contestó Claire—. No pasa nada por dejarle sólo unos minutos.
Sophia asintió y siguió a Claire hasta la cocina. «Así desconecta un poco y estira los músculos.»
Prepararon café y encontraron unas galletas de chocolate en la despensa. Desayunaron en el salón.
—¿Cómo vas a encontrar una farmacia en ese caos? Puede que el incendio la haya convertido en cenizas —dijo Sophia con la taza en la mano.
—Creo que vi una en las afueras de la ciudad, mientras tú dormías en el coche —contestó Claire—. Si no, tendré que indagar por la ciudad.
—Es muy peligroso, ¿y si no vuelves? —Sophia tenía los ojos llenos de lágrimas.
—Volveré, Soph. No te preocupes por mí, soy más dura de lo que parece —dijo Claire y dio un gran mordisco a una galleta—. Cogeré una mochila de Ted y la llenaré con algo de comida y agua. Espero que tenga un mapa del lugar en el despacho, eso facilitaría mucho las cosas.
—Ese mapa sería casi la salvación —dijo Sophia.
—Cierto —Claire apuró la taza de café y se levantó—. Es mejor que preparé todo ya, cuanto antes me vaya, antes volveré.
—Eso espero, que vuelvas —añadió Sophia, cogió las tazas y las llevó a la cocina.
Claire la observó. Su hermana estaba abatida. Debía volver por ella y por Ted. Si perecía en el camino, la dejaba sola, y al morir Ted, tendría que enfrentarse a su hermano o morir devorada por él. «No lo permitiré. Volveré, Ted mejorará y sobreviviremos a todo esto juntos.»
Encontraron una mochila negra y la llenaron con dos botellas pequeñas de agua, un paquete de galletas saladas y una chocolatina. Claire registró el despacho de Ted y encontró un mapa de Maine. La farmacia estaba justo donde recordaba, «Podría estar de vuelta al anochecer», pensó y la guardó en el bolsillo del pantalón.
Visitó a Ted por última vez; seguía durmiendo y había empezado a tiritar.
—No te preocupes, Teddy, te pondrás bien —Le dio un beso en la frente y fue hacia Sophia—. En un rato, incorpórale el tronco y dale agua. Debe estar hidratado. También intenta que coma algo, si ves que no puede, intenta que beba un zumo.
—No te preocupes, Claire, le cuidaré muy bien —dijo Sophia y la abrazó con fuerza—. Por favor, vuelve —dijo sin soltarla.
—Volveré —Claire se apartó un poco—. Tendré mucho cuidado.
—Ten —Sophia le tendió el arma de Ted—. Llévatela, así podrás defenderte.
—No la necesito; si disparo en campo abierto, atraeré a más de esas cosas, y será peor. Prefiero un arma más silenciosa.
—¿Estás segura? —preguntó Sophia.
—Lo estoy —Claire sonrió y la abrazó de nuevo.
—Está bien —contestó Sophia.
Bajaron al sótano y buscaron algo adecuado para defenderse. Encontraron un pequeño hacha que resultaría muy útil si no herraba el golpe.
—Esto servirá —dijo Claire y lo guardó en la mochila.
—Tendrás que acercarte mucho a ellos; es muy peligroso —Sophia estaba insegura.
—Soph, tranquilízate. Soy yo quien va a salir, tendría que ser la que se sube por las paredes —dijo Claire y sacó la lengua—. Intentaré que no se me acerquen, iré con mucho sigilo. Con suerte, no tendré ni que usarla.
Subieron al piso principal y se detuvieron frente la puerta. Sophia sonrió con tristeza y le dio dos besos.
—Sé que me repito pero, por favor, vuelve.
—Estaré aquí para la cena —Claire se puso la mochila y caminó hacia la puerta.
Salieron al jardín. El cadáver putrefacto del zombi que había provocado que Claire tuviera que aventurarse en la ciudad se estaba descomponiendo al sol. Claire le echó un vistazo rápido y puso cara de desagrado. Llegaron a la puerta de la verja, por suerte no habían aparecido más zombis.
—Bien, ahora abrimos, salgo y cierra rápido, ¿entendido? Nunca se sabe qué puede estar escondido entre los árboles —Sophia asintió—. Espero estar de vuelta antes de que anochezca. Ve vigilando desde el despacho de Ted cada media hora, por si acaso. Y Soph, ya verás como todo irá bien —Le cogió el rostro con las manos y la besó en la frente, al igual que había hecho con Ted. Era una costumbre que tenía desde pequeña, como lo de llamar Teddy a su hermano.
—Ten mucho cuidado —dijo Sophia abriendo la verja.
—Lo tendré —contestó Claire y salió del recinto—. Nos vemos para la cena.
Vio sonreír a Sophia. Claire le guiñó el ojo y se dio la vuelta. Caminó con paso decisivo por la carretera sin mirara atrás; sabía que si se daba la vuelta la idea de volver a la seguridad de la casa la tentaría demasiado. Cogió las asas de la mochila con fuerza, intentando no echarse a llorar, «Debo ser fuerte. Por Ted. Por Sophia. No puedo abandonarles en un mundo que agoniza.»